Roma cayó en el año 476 d.C. y con él, la mayoría de su cultura. Sin embargo, la mitad oriental del Imperio Romano permaneció latente durante otros mil años y convirtiéndose en su propia entidad, el Imperio Bizantino.
La lucha como deporte, en su mayoría, desapareció al caer su centro romano y, el estado constante de guerra en Europa hizo que no hubiera tiempo para los deportes de lucha como el boxeo o la lucha libre. Siempre había una guerra, y se necesitaban soldados, no atletas. Además, los bizantinos tenían su propia visión y cultura, distintas de sus predecesores.
Los antiguos griegos veían los acontecimientos del boxeo, la lucha y el pancracio como una celebración del atletismo, tratándolos como un símbolo de fuerza y habilidad. Los antiguos romanos los veían más como un espectáculo, disfrutando de la violencia como entretenimiento. Aunque los deportes griegos eran parte de los acontecimientos romanos, su espectáculo más famoso y preferido era el combate entre gladiadores.
Ninguno de ellos compartía la visión del imperio Bizantino. La importancia del atletismo era producir soldados buenos y rápidos, ya que el Imperio Bizantino era una cultura en guerra, no deportiva. Además, con el cristianismo en juego, los deportes de lucha fueron vistos como sinónimo de paganismo y por lo tanto no se toleraron.
Fue precisamente el cristianismo el que siguió luchando contra los deportes. San Agustín de Hipona señaló específicamente el combate de gladiadores en el Coliseo, como el mayor grado de paganismo. Y con los enemigos en las fronteras, los bizantinos no podían perder tiempo, ni energía con pequeños juegos cuando había guerras para pelear.
Con la guerra convirtiéndose en una forma de vida, no tardó tiempo en que se formalizara. El Emperador Leo VI escribió La Táctica, la cual sirvió a los militares del Emperador como manual. Fue el primero de una multitud de textos de artes marciales, que surgirían más tarde en la Edad Media. Con el tiempo, el Imperio cayó, pero para entonces la perspectiva militar había vuelto a la habilidad individual y la destreza, gracias al espíritu pugilista de la Roma Antigua, que se unió a la habilidad de los militares bizantinos. Los manuales se movían con los tiempos, tratando de guiar al individuo en su logro del dominio marcial.
¿Sabes cómo se practicaba el combate en esta época? ¿Has leído alguna vez un manual de lucha medieval?