Cada año, en Tailandia, miles de niños sueñan con alcanzar la gloria y honrar a sus familias. En este caso, no se trata de triunfar en el mundo del fútbol, sino en una de las artes marciales más duras Muay Thai.
Se trata de un arte marcial que forma parte de la cultura y la vida de los tailandeses. El origen de dicho arte marcial se remonta a la antigua Siam en el que se hace uso de los puños, pies, rodillas y codos.
En los últimos 40 años, ha aparecido una tendencia en este país con respecto al Muay Thai: ya no se buscan grandes luchadores que sean capaces de aguantar largos entrenamientos y a los que se les somete a una presión constante, ahora están de moda los combates entre niños. Se calcula que más de 30.000 niños luchan profesionalmente en Tailandia en esta disciplina.
Desde muy pequeños (incluso antes de asistir al colegio) ya aprenden las técnicas del Muay Thai de la mano de sus instructores o mentores. Cuentan con el apoyo total de sus padres, los cuales ven este arte como un modo de vida muy decoroso y del que sentirse orgulloso.
Pese a que la ley ampara a los menores y no les permite luchar si no han superado una edad y un peso mínimo (45 kg), las luchas clandestinas están a la orden del día en cientos de pequeños poblados y ciudades. En el único lugar en el que respetan estas normas es en la capital, Bangkok.
Las apuestas dentro del mundo de la lucha entre niños roza cifras récord y los beneficios no se quedan atrás. Es algo común encontrar peleas entre niños en ferias y pequeñas fiestas en los pueblos.
Algunos niños, movidos por la motivación de llegar a ser famosos y sacar a sus familias de la pobreza, se inician a los cuatro años de edad en este arte marcial tan sacrificado. Las familias de estos menores les envían junto con otros niños al cuidado de un jefe en campamentos quien se encarga de la alimentación, el entrenamiento, la ropa y demás cuidados del menor. Su máxima aspiración en la vida es ganar en el estadio Lumpini, el más importante de la capital.
La vida en el campamento es de reclutamiento total, sólo permitiéndoseles acudir a la escuela, no sin olvidar sus entrenamientos diarios de más de tres horas. El día del combate, si el resultado ha sido muy bueno, se les puede llegar a dar una compensación económica, algo no muy común en el mundo de la lucha clandestina de niños en Tailandia.
Estudios recientes confirman las anomalías cerebrales que se producen en centenares de niños luchadores a causa de los golpes y fracturas que sufren constantemente en su rutina diaria de trabajo.