La práctica de deportes está considerada como una especie de profesión de riesgo dentro del campo de la alimentación ya que a sus practicantes se les exige tener una complexión delgada. Una de cada tres mujeres deportistas profesionales han experimentado en algún momento de su vida un trastorno de la conducta alimentaria. Obsesionarse con perder peso puede ocasionar problemas serios de salud. Y puede generar problemas psicológicos como baja autoestima o poca confianza en uno mismo.
La segunda modalidad de riesgo en el mundo del deporte, especialmente en el femenino, se encuentra en la estética de los deportes de categoría de pesos. Se trata de aquellos en los que el peso del deportista condiciona en gran medida su categoría a la hora de competir. Esto suele ocurrir en Judo, Kárate o Taekwondo.
El nivel de competición obliga a las luchadoras a mantenerse en un peso determinado, algo que les puede incluso causar trastornos alimentarios severos. Algunos luchadores pasan horas en saunas reduciendo peso a través del agua que eliminan. Otros llevan ropa que les hace sudar durante el entrenamiento, toma laxantes, diuréticos, se mueren de hambre o se inducen el vómito hasta el punto de desarrollar bulimia.
El entorno del deportista también es un factor determinante a la hora de seguir una dieta saludable sin caer en métodos desaconsejables. Familiares, entrenadores y amigos pueden influir enormemente. Los maestros, además de instruir y enseñar a su discipulado, deben, a su vez, encargarse de guiarles a la hora de seguir una dieta sana para contribuir a la pérdida de peso de manera responsable.
Las mujeres son las que más presión reciben en cuanto a las cuestiones de imagen corporal, con lo que también sufren los peores efectos negativos que esto tiene. Los trastornos alimentarios pueden reducir la densidad ósea y producir osteoporosis. Esto hace que aumenten las posibilidades de lesiones.
La Comisión Médica del Comité Olímpico Internacional llama a la secuencia de comer desordenadamente, amenorrea y osteoporosis la “tríada de la atleta femenina”. Lo sufren las profesionales que entrenan excesivamente y no se alimentan correctamente no supliendo el desgaste energético que hacen. Es un ciclo muy peligroso que puede ocasionar daños severos en la salud.
La imagen del cuerpo saludable
La escasa comunicación, la protección de los progenitores, la falta de flexibilidad por la nueva situación, expectativas demasiado altas de padres y madres hacia su descendencia o incluso alcoholismo podrían predisponer el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria.
Para las mujeres es fundamental que cuente con un buen apoyo para que puedan desarrollar de una manera óptima el arte marcial que practican .
Los luchadores pueden ser más vulnerables a los largo de su carrera profesional. Para protegerlos es fundamental que comiencen con buenos hábitos en sus entrenamientos. El contar con un instructor que mire más los resultados del atleta en lugar de los beneficios del mismo es un gran factor de riesgo, que puede hacer que lleven sus cuerpos al límite con la idea de que así consiguen más medallas, premios y récords. La orientación del entrenador se debe de dirigir a conseguir el progreso total de la persona no ha reducirlo a determinadas cifras.
Además la baja autoestima puede adquirir protagonismo al empezar a compararse el luchador con sus compañeros. Para evitar esto es necesario que exista un buen ambiente social saludable y que los compañeros sean un buen equipo donde apoyarse para conseguir mejores resultados.